martes, 18 de octubre de 2011

El mago silencioso

Comienza el partido. El balón va de un lado a otro sin criterio alguno, ambos contrincantes buscan únicamente llegar a la portería contraria en busca del gol. El partido parece convertirse en una batalla física y táctica en la que el equipo que cometa menos fallos se llevará la victoria. De repente, el tiempo se para. El balón llega a  los pies de un jugador que lo mima, lo acaricia, busca la opción más favorable para su equipo en todo momento. Pasa la pelota a un compañero con su misma camiseta y el tiempo vuelve a acelerarse, pero el partido parece no ir con él. Camina por el campo con expresión anodina y sus grandes ojos, que parecen buscar continuamente un hueco por donde poder hacer daño al rival. A medida que avanza el duelo, los aficionados esperan con mayor insistencia un golpe de genialidad por parte de este jugador, un pase imposible que dé la victoria a su equipo y acabe con los fantasmas que hablan sobre la irregularidad de este futbolista. De pronto, el tiempo vuelve a pararse. La pelota llega a la frontal del área, el hábitat natural de este astro del balón; Controla la bola, otea el horizonte y filtra un pase para el delantero ante la atónita mirada de los defensas contrarios. La jugada acaba en gol y el equipo corre a abrazar al goleador mientras la hinchada ruge de alegría porque por fin van por delante en el marcador. Entretanto, el responsable del pase vuelve a su campo satisfecho por el deber cumplido y esperando volver a tocar el balón para enviar otro pase medido. Es Mesut, Mesut Ozil.

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